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20º aniversario del tsunami asiático de 2004

Por Shivangi Chavda
26 de diciembre de 2024

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El tsunami asiático de 2004 fue uno de los peores de los que se tiene constancia: más de un cuarto de millón de personas perdieron la vida, y los daños causados a los medios de subsistencia, las infraestructuras críticas y los entornos locales son, aún hoy, difíciles de cuantificar. Pero lo más importante es que se considera un hito en el panorama de la reducción del riesgo de catástrofes. Condujo a la adopción del Marco de Acción de Hyogo en 2005, cuando el mundo se dio cuenta de la urgencia de reducir el riesgo y mejorar la preparación ante las catástrofes. 

Hoy, en el 20º aniversario de la catástrofe, Shivangi Chavda, Jefa de Programas de GNDR y Coordinadora de Proyectos de Respuesta al Tsunami en SEEDS India, miembro de GNDR, nos habla de los obstáculos que impidieron una alerta y una respuesta eficaces. Pero también cómo la comunidad internacional -con la aportación vital de la sociedad civil- ha cambiado radicalmente su forma de prepararse para los peligros.

El tsunami de 2004: Una llamada de atención

Llegué a las islas Andamán y Nicobar un mes después del devastador tsunami asiático de 2004, que asoló el sureste de la India junto con Indonesia, Sri Lanka, las Maldivas y Tailandia. Las islas quedaron marcadas por una inmensa destrucción, con casi 2.000 muertos y 5.500 desaparecidos, muchos dados por muertos. A esta catástrofe siguió otra oleada: un "tsunami de ayuda" llegó de todo el mundo cuando se hizo evidente la magnitud del desastre. A pesar de la ayuda financiera tan necesaria, la catástrofe dejó al descubierto lagunas flagrantes en la preparación, la coordinación y la planificación de la recuperación a largo plazo.

La ausencia de un sistema de alerta temprana en el Océano Índico dejó poco tiempo para las evacuaciones. La ineficacia de la coordinación entre gobiernos, ONG y organismos provocó la duplicación de esfuerzos, mientras que la magnitud de la catástrofe desbordó las capacidades locales. La distribución de la ayuda se retrasó y fue desigual, y las comunidades marginadas y remotas a menudo quedaron desatendidas debido a los daños en las infraestructuras. Las pérdidas de infraestructuras, como la destrucción de embarcaderos y la rotura de las redes de comunicación, obstaculizaron las labores de socorro y dejaron muchas zonas sin electricidad ni transporte durante semanas.

La diversidad cultural y lingüística supuso un obstáculo a la hora de prestar una ayuda integradora, sobre todo para las comunidades indígenas, cuyas necesidades se pasaron por alto. El tsunami devastó medios de subsistencia clave como la pesca y el turismo, retrasando la recuperación económica. También causó graves daños medioambientales, con la destrucción de manglares y arrecifes de coral. La concentración en el socorro a corto plazo creó lagunas en la recuperación a largo plazo, que dejó a muchas familias desplazadas en refugios provisionales durante años.

Dos décadas de avances en la RRD

La devastación era evidente, al igual que la necesidad de revisar radicalmente el modo en que, como comunidad mundial, debemos cambiar nuestra forma de prepararnos para las catástrofes. Con una mejor preparación, una mejor coordinación y una mayor inclusión de los más expuestos, las catástrofes, incluso a esta escala, pueden evitarse. Durante las dos décadas siguientes, el sector de la Reducción del Riesgo de Catástrofes (RRD) ha evolucionado para abordar estas cuestiones. El Sistema de Alerta y Mitigación de Tsunamis del Océano Índico, creado en 2005, garantiza alertas en tiempo real. Autoridades nacionales como la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres de la India dirigen ahora respuestas coordinadas, reforzadas por una ayuda localizada y adaptada a los contextos culturales. Los enfoques basados en los ecosistemas, como la restauración de manglares, y el desarrollo basado en el riesgo vinculan la recuperación a prácticas sostenibles. Afortunadamente, estos avances han mejorado significativamente la preparación ante los desastres y la resiliencia, transformando las lecciones en acción.

Aumentar la resiliencia, aprender del pasado

El tsunami asiático de 2004 fue una llamada de atención para la comunidad internacional y para nosotros como profesionales de la RRD.. Hoy, la evolución de la RRD nos muestra la importancia de aprender de desastres pasados para construir comunidades y ecosistemas resilientes. Sabemos que integrando la sostenibilidad, la inclusión y la preparación en los procesos de recuperación, podemos garantizar un futuro más seguro y equitativo para las poblaciones vulnerables. También sabemos que el sector debe seguir evolucionando a medida que el mundo se enfrenta a un número cada vez mayor de amenazas, sobre todo debido a la crisis climática. En GNDR nos comprometemos a garantizar que las comunidades más expuestas dispongan de las herramientas, los recursos y la influencia necesarios para desempeñar un papel central en su evolución. 

El tsunami asiático de 2004
Foto: Becky Murphy

¿Podría ayudarnos a evitar que los peligros se conviertan en catástrofes en 2025? A lo largo de 2024, nuestros miembros y nuestra red han sido defensores, primeros intervinientes y salvavidas de las comunidades más amenazadas del mundo. 

Apoyando a GNDR, ayudará a trasladar el poder al ámbito local, defendiendo la respuesta, la toma de decisiones y el desarrollo de la resiliencia a nivel local en todo el mundo.

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